No, la vida no está hecha para verla pasar. Me niego a pensar así. La vida está hecha para coger ese tren que pasa ante ti y si el viaje no resulta ser como esperabas, bajarte de él y coger uno nuevo. Pero arriésgate a subirte a él, ¡aunque no sepas a dónde te va a llevar!
Hablando de trenes o, más bien en este caso, de aviones, hace justo dos años estaba yo comprando un billete que me llevaría a vivir uno de esos viajes que remueven algo en ti que hace que no vuelvas a ser la misma persona que eras: un voluntariado en Nepal. Y lo hice pese a que podría haber pensado que no era para mí (pocos días después de comprarme el billete se produjo el fuerte seísmo que sacudió el país y redujo una parte importante del mismo, y sobre todo de su capital, Katmandú, a escombros).
Lo más curioso es que durante el tiempo que ha pasado desde entonces, no he hecho más que subirme a trenes que he creído que eran para mí: reseteé varias veces mi vida, dejé todo por venirme a Sofía a hacer un Servicio de Voluntariado Europeo (SVE) y apenas hace unos días me compré los billetes que me llevarán a pasarme dos meses viajando por Asia, cuando acabe el SVE. Y, ¿sabéis por qué sigo subiéndome a trenes que no sé en qué acabarán? Porque para mí es la única forma que encuentro de llegar a donde sé que quiero estar en cada momento.
Y de eso hablé, precisamente, hace unos días durante mi primera presentación bloguera en Sofía. De eso, y de cómo lanzarse a escribir un blog, que era la idea del evento creado por Synergy Bulgaria.
En ella, intenté transmitir la pasión que en mí despiertan la escritura y los viajes, y lo bonito que ha sido llegar hasta donde estoy. Porque muchos creen que tengo suerte de vivir todo lo que estoy viviendo, pero a mí no me gusta llamarlo «suerte». Simplemente, cuando te la juegas por algo que realmente te importa y lo haces con ganas, las cosas salen solas. Si te sientas a esperar a que llamen a tu puerta, olvídate, ¡la vida no va de eso!
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