Bangkok fue la primera parada de mi viaje asiático. La capital tailandesa me pareció una ciudad saturada, contaminada, con calles que se cruzan como por obra del azar y un caos que, como todo desorden, mantiene su propio orden, imposible de entender desde fuera. Pero, sobre todo, me pareció una urbe con una balanza en la que igualdad social y sonrisas no encuentran el equilibrio: las segundas, sin lugar a dudas, ganan a la primera. Imagen: calle lateral del Wat Indraviharn.
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