Esta soy yo, este fin de semana, por las heladas calles de Sofía:

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Y mientras iba patinando por Vitosha, una de las arterias principales de la capital búlgara, y haciendo lo imposible por no caerme, iba pensando que así es como vamos hoy en día por la vida: con miedo a caernos.

¿Será que he visto mucho esta actitud en 2016? Posiblemente. Miedo a caerte, si lo das todo en una relación y acabas sufriendo. Miedo a caerte, si cambias de trabajo y te equivocas. Miedo a caerte, si lo dejas todo por perseguir un sueño o una pasión y fracasas. Miedo a caerte, si te arriesgas con alguien y sale mal. Miedo a caerte, si no sigues las normas que dicta la sociedad. Y así, un largo etcétera.

Caida

Por eso, durante mi escena improvisada de patinaje por Vitosha, iba pensando: «¿Qué es lo peor que puede pasar, si te caes?».

1. Que se rían de ti. Y me lo tendría merecido porque yo lo hago siempre. Esto se llama justicia universal o karma.

Minion

2. Que te rompas algo. Con lo que tendría una buena excusa para que me cuidasen y me diesen muchos mimos durante un tiempo.

Gatos
3. Que tengas que ser capaz de levantarte, sin ayuda. Aquí depositaría toda mi confianza en las clases de zumba y yoga y una vez arriba, me reiría de mí misma por mi poca estabilidad.

Conejo

Tengo un amigo que se ríe de mí porque dice que me caigo mucho. Y es verdad, pero lo gracioso de esto es que es algo que me pasa solo con él. De hecho, el verano pasado viví una caída histórica en las escaleras del Círculo de Bellas Artes de Madrid, que bien podría haber acabado en urgencias. Pero no lo hizo. Sino que esa, como todas las caídas que he vivido con él, nos han dado una razón para reírnos juntos.

Esta es la filosofía que he aplicado hasta ahora y que espero seguir aplicando en 2017. Y me parece que la voy a necesitar porque el 31 de diciembre, cuando hicimos nuestra entrada de año a la española en Vitosha, se me cayó una uva al suelo. La recogí, por supuesto, aunque vi un claro augurio de lo que me espera. Y no me asusta porque sé que si me caigo, significará que sigo andando, sin miedo a lo que pueda venir tras la caída. Tal vez es que creo, firmemente, en lo que dijo el gran Eduardo Galeano, que para levantarse, hay que saber caerse.