Una biblioteca.
Que me permita amarrarme al suelo que ahora solo piso de puntillas,
con la sensación de no saber por cuánto tiempo me detendré en él.
Una biblioteca con todas esas obras que me han visto crecer,
madurar, evolucionar y que, desde hace dos años, descansan en cajas.

Cada vez que me muevo, que un nuevo reto me hace virar el rumbo,
recorrer los kilómetros que separan una ciudad de otra,
aprender nuevas caras, reorganizar mi mente,
todas y cada una de esas veces me lo repito:
algún día, por fin,
pondré todo en orden,
teniendo mi propia biblioteca.

.
.
.
.

La foto es de hace justo un año, en Anuradhapura (Sri Lanka). Dicen de este árbol que es el más antiguo del mundo (alrededor de 2200 años le echan, ni más ni menos). ¿Cómo se las habrá ingeniado para sobrevivir a cada cambio de estación, a cada nuevo periodo, durante tanto tiempo? Reinventándose, una y otra vez, supongo. Como lo hacemos todos/as cuando algo se tambalea y sentimos que el suelo en el que nos apoyamos ha dejado de ser estable.