La sucesión de movimientos que se avecinaban parecían, a simple vista, tan planificados como lo pueden parecer los pasos necesarios para que las distintas partes de un cubo de Rubik den forma a un todo monocromo. Colores desordenados que alguien, con unos pocos y tenaces golpes de muñeca, trata de ordenar. Arrancaba la Caravana a Italia 2018.

El primer día de la Caravana a Italia, el 13 de julio, ya se percibía que iban a ser unas jornadas de no parar, de caminar, de gritar, de reivindicar… En definitiva, de denunciar la constante vulneración de los derechos humanos como consecuencia de las políticas migratorias europeas.

Y lo vi desde el minuto uno, desde que puse el primer pie en Valencia, llegada en tren desde Alcoy, y me topé con la presentación de la iniciativa en la Plaza del Ayuntamiento de la ciudad y con una pila de mochilas deseosas de viajar allá donde fuese necesario luchar por las personas migrantes.

Podría resumir esas primeras horas en una palabra o, mejor dicho, en un medio de transporte: autobús, el que nos llevó de Valencia (de donde salimos alrededor de las 13 h) a Salt (Girona), con parada en Barcelona para sumar a nuestra Caravana a nuevos/as activistas, venidos/as de Cataluña y Menorca.

Salt no solo era el punto de partida oficial de la Caravana estatal, sino que también era un lugar simbólico por tratarse de una localidad en la que el 37% de las casi 30 000 personas que viven allí no tiene nacionalidad española ni, en consecuencia, derecho a voto.

Precisamente las calles de esta población gerundense fueron testigo, desde las 20.30 h y hasta bien entrada la noche, del ritmo que iba marcando la primera de las manifestaciones que buscaba reivindicar la apertura de fronteras, entre gritos de «Ningún ser humano es ilegal» o «Papeles para todos o todos sin papeles».  

La cena, con posterior lectura del Manifiesto de la Caravana, fue el cierre a esta primera jornada, aunque no a esa noche. Esta fue bastante más larga. Los autobuses de la Caravana, con alrededor de 270 personas a bordo, fueron retomando su andadura, de forma escalonada, hacia el que sería nuestro primer destino conjunto, Ventimiglia, una localidad italiana en la frontera de este país con Francia.

Los siguientes pasos para encajar todos los colores de ese cubo de Rubik se irían sucediendo en los días posteriores, a ritmo de batucadas y reiteradas consignas reivindicativas.

**Si quieres saber cuál era el objetivo de la Caravana a Italia 2018, puedes leer la primera entrada que escribí sobre ella en este blog.