Esperas largas o esperas cortas. Esperas en las que siempre el paso del tiempo en el reloj se vuelve relativo como también lo hacen las ganas con las que vivimos lo que vendrá detrás. Esperas, en cualquier caso, que anuncian un paso más en el curso de nuestro destino.

Después de mi última espera, la de seis meses para poder volver a subirme a un avión, la silueta de Londres asoma, expectante, en mi horizonte.

Imagen: Londres, mayo de 2017.