¿Qué define un lugar como especial?
Los espacios cambian, como lo hacen la edad, los momentos y las compañías.
El recuerdo que tenía de Londres era el que la vestía de ciudad triste y gris;
de urbe estresante y en la que la prisa apremia.
Hoy, me he reencontrado con ella y ya no viste igual.
Ahora, su cara se me antoja más amable.
Como la del señor del metro buscando mi billete extraviado,
o la de la camarera indagando cómo adaptarme a los enchufes londinenses,
o la del chico del hotel de paciencia infinita, ante mi incapacidad para conectarme a la tecnología.
Esta vez, hasta me ha parecido atrayente el metro. Y la efervescencia de sus calles.
He admirado sus parques —en mi ventana se refleja el de Russel Square—.
Y adorado su multiculturalidad.
Quizás sea porque Londres me ha recibido con un maravilloso día soleado.
Quizás, porque las ilusiones que traigo esta vez son distintas a las que traía con veintipocos.
O, quizás, porque la que ha venido esta vez no es la misma persona que lo hizo entonces.
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Londres, mayo de 2017.
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