Puedo empezar esta entrada diciendo que soy de las que quedan fascinadas por un lugar nuevo con bastante facilidad. También creo que hay millones de rincones en el mundo con los que uno puede quedar fascinado y un buen número de ellos están, sin duda, en Grecia. Pero, siguiendo la misma línea de sinceridad, diré que Tesalónica (o Salónica), la segunda ciudad más grande de este país después de Atenas, hasta donde viajé hace unas semanas, no es un destino al que crea que vuelva, si no hay algo importante que me lleve hasta allí.

Entonces, ¿por qué estoy escribiendo esta entrada? Porque creo que todos los destinos merecen una oportunidad, y Tesalónica no es menos, sobre todo si tienes la posibilidad de acercarte desde algún punto cercano, como fue mi caso, o si eres un gran apasionado de la historia.

Una buena forma de ir hasta la capital de Macedonia (no confundir con el país) es desde Bulgaria, colindante con el norte de Grecia y desde cuya capital, Sofia, podrás ir en autobús, por 57 levs búlgaros (unos 26 euros) y llegar en unas cinco horas. También podrás viajar hasta este destino en avión, yendo hasta su Aeropuerto Internacional «Makedonia».

Tesalónica nueva, Tesalónica antigua

Podemos dividir la visita a Tesalónica en dos, como hice yo en mi viaje: la parte nueva, o baja, y la ciudad antigua, o alta, llamada Ano Poli, en griego. La primera de ellas sufrió un incendio en 1917 y, por ello, muchos de los edificios que encontrarás son fruto de la restauración a la que fue sometida esta zona tras el mismo.

Imagen de Tesalónica, en Grecia.

A cada una de ellas puedes dedicarle un día, al menos, si cuentas con tiempo suficiente, porque así podrás ver ambas zonas con tranquilidad. Eso sí, te aviso de antemano de que te olvides de buscar una oficina de información turística porque no la hay. Sí, lo que lees, y es algo que a mí y a mi hermana, con la que viajaba, nos dejó sin palabras.

Pero información turística aparte, avancemos en nuestro recorrido. Si el primer día lo dedicas a la parte más baja, la nueva y cercana al puerto —el mar que baña Tesalónica es el Egeo—, podrás ver distintos vestigios de la historia ocurrida en sus tierras. Tierras que han sido pisadas por griegos, romanos, bizantinos, otomanos y sefardíes, resultado de lo que encontrarás una gran mezcla en forma de monumentos y restos de ellos.

Cerca del puerto verás la Torre Blanca, el Museo Arqueológico o la estatua de Alejandro Magno, cuya hermana y mujer de Casandro de Macedonia le dio nombre a la ciudad en el año 315 a.C.

Alejándote un poco, podrás llegar hasta el Arco de Galera, el Ágora, la antigua fortaleza Heptapirgion o la iglesia de Santa Sofía. En esta zona, además, por tratarse del centro, encontrarás multitud de tiendas, puestos callejeros y terrazas al aire libre donde disfrutar de un descanso.

Además, y si el tiempo te acompaña, te recomiendo que llegues hasta el final del puerto y te tumbes un rato a dejarte embelesar por la calma que se puede captar desde este punto donde te encontrarás un gran ambiente con gente bebiendo y comiendo algo, parejas dándose arrumacos o multitud de personas disfrutando solo del placer de estar en paz.

Y de aquí pasamos a la parte antigua o alta: Ano Poli. Esta conserva la esencia de otros tiempos con callejuelas empinadas y empedradas, casitas de colores y restaurantes que bien serían la envidia de cualquier barrio hipster que se precie.

El hostal en el que nos hospedamos nosotras estaba en esta zona y para nosotras fue como una desconexión del mundanal ruido de la zona baja. De hecho, parece que cruzas una calle y, por arte de magia, estás en otro tiempo y otro lugar. En esta parte podrás bordear la antigua muralla bizantina y otomana y te recomiendo que tu paseo lo hagas coincidir con la puesta de sol para que, junto a muchos otros curiosos, puedas observarla desde el final de esta.

Atardecer Tesalónica, Grecia.

Y además de perderte por sus calles, también podrás visitar la pequeña iglesia del siglo V, Osios David, o el monasterio ortodoxo de Vlatadon. Un buen broche para una ciudad con una gran historia detrás, que a mí me hubiese pasado sin pena ni gloria, si no hubiese sido por ese atardecer que aún está grabado en mi memoria…

Artículo publicado originalmente en el blog de Global Exchange.